Es el final de un ritual, la ya anunciada
fecha de fallecimiento de unos breves instantes en su historia, que más pronto
que tarde serán insignificantes frente a toda la cantidad de acontecimientos
que vivirán en el futuro. Sin duda, momentos de profunda felicidad y otros de nostalgia. Todos los aquí presentes tenemos la conciencia suficiente
para comprender que la vida nos depara esa injusta dualidad, es el
desafortunado riesgo de estar vivos.
No creo en el destino, tuve la suerte por azar de ser su profesor, desafiando las probabilidades llegué a estar aquí. Todo lo que pasó en mi vida en el pasado, lo trascendental y lo superfluo, lo bueno y lo malo, determinó eso. Quizá nunca hacemos esa reflexión, a mi modo de ver, necesaria, pues resalta lo débiles que somos ante esa especie de tren que nos guía por los carriles de la existencia, lo que nos debe llevar a percibir el imperativo de la humildad que debe acompañar nuestras vidas; hubiera bastado que un error nos hubiera desviado del camino escogido, y ni ustedes ni yo nos hubiéramos conocido. Por eso debemos ser generosos con quien se equivoca, pues su realidad, perfectamente hubiese podido ser la nuestra; no se trata de una renuncia a la exigencia moral, pero estoy convencido de que esa buena voluntad nos hace más humanos.
No creo en el destino, tuve la suerte por azar de ser su profesor, desafiando las probabilidades llegué a estar aquí. Todo lo que pasó en mi vida en el pasado, lo trascendental y lo superfluo, lo bueno y lo malo, determinó eso. Quizá nunca hacemos esa reflexión, a mi modo de ver, necesaria, pues resalta lo débiles que somos ante esa especie de tren que nos guía por los carriles de la existencia, lo que nos debe llevar a percibir el imperativo de la humildad que debe acompañar nuestras vidas; hubiera bastado que un error nos hubiera desviado del camino escogido, y ni ustedes ni yo nos hubiéramos conocido. Por eso debemos ser generosos con quien se equivoca, pues su realidad, perfectamente hubiese podido ser la nuestra; no se trata de una renuncia a la exigencia moral, pero estoy convencido de que esa buena voluntad nos hace más humanos.
Hecha la reflexión anterior, quisiera para
este final, dejarles unas pocas consideraciones, consejos gratuitos de alguien que,
como abogado, ha afrontado la realidad del derecho en nuestro contexto:
1. Traten de inmunizarse contra la
prepotencia, el egocentrismo y el orgullo; ser abogados no nos hace mejores que
nadie. Recuerden que la dignidad humana no se aumenta o disminuye en función de
la profesión o la posición social. Yo no tengo más dignidad humana que la
persona que hace el duro oficio del aseo en esta universidad. Todo ser humano es merecedor de
amor y afecto.
2. “El estudio de la ley reseca el alma”,
es una hermosa frase atribuida a un sabio del derecho colombiano que nos ha
sido legada para la posteridad, y que refleja la necesidad de buscar el
concepto de justicia, más que en las normas, en el sentimiento natural de
empatía de que estamos dotados los seres humanos, como paradójicamente lo
sostuvo un filósofo que probablemente nunca conoció el amor, pues siempre fue un
solterón vocacional: Adam Smith. Debemos comprender que la justicia, más que en
la ley, está en la belleza que rodea las buenas acciones humanas.
3. Verán y tendrán que padecer en silencio
injusticias durante toda su vida, muchas les serán indiferentes, solucionar
otras estará por fuera de su alcance; la vida por larga que sea siempre será
corta para cambiar al mundo; como escribió el poeta Eduardo Escobar: “Tal vez
hay una sola sabiduría confiable, y comienza cuando nos inmunizamos contra el
veneno de la esperanza y los espejismos de la utopía”. Sin embargo, regálense algún día
el gusto de corregir al menos una injusticia, si lo hacen tan solo con una,
creo que haber estudiado derecho habrá valido la pena para ustedes.
4. Tengan presente que el ejercicio de
esta profesión nos depara alegrías y tristezas; se llegan a perder, y esa es
una nota trágica del derecho, con más frecuencia las causas justas, las causas
de los vulnerables, los desprotegidos, los que no tienen con qué. Solo allí conocerán
la verdadera nobleza que siente el quijote que lo ha entregado todo con
honestidad, ya cansado, sereno, cuando es derrotado por los molinos de viento
de la injusticia. Entenderán entonces que vale mucho más una noble causa
perdida, que muchas victorias sin causa.
5. No olviden jamás que ustedes son los
herederos de aquellos hombres y mujeres que hace poco más de 200 años declararon
que todas las personas estaban dotadas de ciertos derechos inalienables: los
derechos humanos. No olviden que tienen la pesada carga de defenderlos allí
donde vayan. No pueden dejar de estar a la altura.
Muchas gracias a todos por permitirme el
honor de ser su docente.
Citando a Borges: “Me he sentido enseñando
lo poco que sé a quienes sabrán más que yo”.