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lunes, 23 de julio de 2018

DESPIDOS SIN JUSTA CAUSA AÚN CON PAGO DE INDEMNIZACIÓN. EVENTOS EN QUE SON INCONSTITUCIONALES.


Tiene lugar cuando el empleador decide dar por terminado el vínculo laboral sin que medie una justa causa y con el respectivo pago de la indemnización consagrada en el Código Sustantivo del Trabajo. Sin embargo, a pesar de que no sea evidente prima facie, se advierte la configuración de un motivo inconstitucional para el despido, que resulta en la vulneración de los derechos fundamentales irrenunciables del trabajador.
Este es el caso de los despidos que se realizan con ocasión de actos de discriminación por razón de criterios sospechosos, tales como la raza, filiación política, religión, género, maternidad, ejercicio del derecho a la libre asociación sindical, condición de discapacidad, etc.
En este evento, el juez tanto laboral como constitucional está facultado para remediar el acto discriminatorio, aun cuando se haya pagado una indemnización, toda vez que la finalidad de la acción de tutela es dar protección a los derechos fundamentales del trabajador, y evitar actos discriminatorios en el ámbito laboral.
Ahora bien, la Corte Constitucional, para salvaguardar los derechos fundamentales de los trabajadores que han sido despedidos injustificadamente, ha optado, en general, por reconocer el reintegro, en caso de que el mismo se advierta conducente y que no afecte otros derechos de carácter fundamental, como es el caso de la dignidad humana. De esta manera, el juez deberá asegurar que la medida resarcitoria del daño ocasionado no vaya a generar una nueva afectación a los derechos fundamentales del trabajador, ni vaya a repercutir en una condición que desmejore su situación social y personal.
Por lo tanto, para determinar la conveniencia del reintegro, la Corte ha planteado algunos criterios de acuerdo a las particularidades de cada caso concreto. Por ejemplo, (i) que haya sido el demandante quien haya solicitado el reintegro, (ii) que el reintegro constituya un medio para resarcir la violación a sus derechos fundamentales vulnerados; y (iii) que el reintegro sea un mecanismo efectivo para la protección del derecho al trabajo del demandante.
Finalmente, la Corte ha resaltado la compatibilidad del reintegro y el pago de la indemnización, asegurando que no son excluyentes. En efecto, el despido injustificado cuya motivación real tiene un carácter discriminatorio, genera dos tipos de daño: por un lado, una vulneración al derecho al trabajo y al mínimo vital, la cual puede ser resarcida a través de la indemnización contemplada por la ley. Por otro lado, genera una vulneración directa a principios y derechos de carácter constitucional, como es el caso del derecho a la igualdad, a no ser discriminado, a la dignidad humana, a la honra y al buen nombre. En tanto estos derechos son de carácter irrenunciable, el reintegro procedería como una medida para compensar el daño ocasionado al trabajador.
En este sentido, habida cuenta de que con el reintegro se pretende compensar la vulneración de derechos fundamentales que no son objeto de una tasación económica (por ejemplo, a través del pago de una indemnización), el juez podrá ordenar dicha medida siempre y cuando de su análisis resulte concluyente que el mismo no ocasionará consecuencias más gravosas para el trabajador.
  
Nota: Tomado de la sentencia T-239 de 2018 de la Corte Constitucional.

jueves, 24 de mayo de 2018

FINAL DE SEMESTRE



 Es el final de un ritual, la ya anunciada fecha de fallecimiento de unos breves instantes en su historia, que más pronto que tarde serán insignificantes frente a toda la cantidad de acontecimientos que vivirán en el futuro. Sin duda, momentos de profunda felicidad y otros de nostalgia. Todos los aquí presentes tenemos la conciencia suficiente para comprender que la vida nos depara esa injusta dualidad, es el desafortunado riesgo de estar vivos. 
No creo en el destino, tuve la suerte por azar de ser su profesor, desafiando las probabilidades llegué a estar aquí. Todo lo que pasó en mi vida en el pasado, lo trascendental y lo superfluo, lo bueno y lo malo, determinó eso. Quizá nunca hacemos esa reflexión, a mi modo de ver, necesaria, pues resalta lo débiles que somos ante esa especie de tren que nos guía por los carriles de la existencia, lo que nos debe llevar a percibir el imperativo de la humildad que debe acompañar nuestras vidas; hubiera bastado que un error nos hubiera desviado del camino escogido, y ni ustedes ni yo nos hubiéramos conocido. Por eso debemos ser generosos con quien se equivoca, pues su realidad, perfectamente hubiese podido ser la nuestra; no se trata de una renuncia a la exigencia moral, pero estoy convencido de que esa buena voluntad nos hace más humanos.
Hecha la reflexión anterior, quisiera para este final, dejarles unas pocas consideraciones, consejos gratuitos de alguien que, como abogado, ha afrontado la realidad del derecho en nuestro contexto:
1. Traten de inmunizarse contra la prepotencia, el egocentrismo y el orgullo; ser abogados no nos hace mejores que nadie. Recuerden que la dignidad humana no se aumenta o disminuye en función de la profesión o la posición social. Yo no tengo más dignidad humana que la persona que hace el duro oficio del aseo en esta universidad. Todo ser humano es merecedor de amor y afecto. 
2. “El estudio de la ley reseca el alma”, es una hermosa frase atribuida a un sabio del derecho colombiano que nos ha sido legada para la posteridad, y que refleja la necesidad de buscar el concepto de justicia, más que en las normas, en el sentimiento natural de empatía de que estamos dotados los seres humanos, como paradójicamente lo sostuvo un filósofo que probablemente nunca conoció el amor, pues siempre fue un solterón vocacional: Adam Smith. Debemos comprender que la justicia, más que en la ley, está en la belleza que rodea las buenas acciones humanas.
3. Verán y tendrán que padecer en silencio injusticias durante toda su vida, muchas les serán indiferentes, solucionar otras estará por fuera de su alcance; la vida por larga que sea siempre será corta para cambiar al mundo; como escribió el poeta Eduardo Escobar: “Tal vez hay una sola sabiduría confiable, y comienza cuando nos inmunizamos contra el veneno de la esperanza y los espejismos de la utopía”. Sin embargo, regálense algún día el gusto de corregir al menos una injusticia, si lo hacen tan solo con una, creo que haber estudiado derecho habrá valido la pena para ustedes.
4. Tengan presente que el ejercicio de esta profesión nos depara alegrías y tristezas; se llegan a perder, y esa es una nota trágica del derecho, con más frecuencia las causas justas, las causas de los vulnerables, los desprotegidos, los que no tienen con qué. Solo allí conocerán la verdadera nobleza que siente el quijote que lo ha entregado todo con honestidad, ya cansado, sereno, cuando es derrotado por los molinos de viento de la injusticia. Entenderán entonces que vale mucho más una noble causa perdida, que muchas victorias sin causa. 
5. No olviden jamás que ustedes son los herederos de aquellos hombres y mujeres que hace poco más de 200 años declararon que todas las personas estaban dotadas de ciertos derechos inalienables: los derechos humanos. No olviden que tienen la pesada carga de defenderlos allí donde vayan. No pueden dejar de estar a la altura.
Muchas gracias a todos por permitirme el honor de ser su docente. 
Citando a Borges: “Me he sentido enseñando lo poco que sé a quienes sabrán más que yo”.



jueves, 3 de mayo de 2018

DIME SI ACUSAS A ALGUIEN POR SU DEFENSA DE LA PAZ Y TE DIRÉ QUIEN ERES





El 28 de junio de 1914 estalló en Europa la primera guerra mundial, Carl Von Ossietzky, entonces no era más que un joven Alemán del común, pero movido por el patriotismo que propalaba en toda la sociedad teutona, se alistó para combatir en el Ejército del Kaiser Guillermo II. Cuando lo hizo, nunca se imaginó que la guerra lo transformaría de un modo inesperado. Luego de ver los horrores de esa conflagración con sus propios ojos, de ver a sus compañeros mutilados, partidos en dos por las ametralladoras y gaseados, hizo una suerte de tránsito del infierno al cielo, si es válida la alegoría. La primera guerra mundial para cuando terminó había dejado más de 10 millones de muertos según los cálculos más conservadores. El Reich Alemán, había movilizado 13,25 millones de soldados, de los cuales más de 2 millones perdieron la vida, lo anterior sin contar otros tantos millones de soldados que quedaron lisiados de por vida, y que, ya terminada la guerra, volvieron a la vida civil, siendo una “carga” económica para sus familias. El estado no hizo nada por ellos. Es un lugar común en la historia que quienes agitan los demonios de la guerra, sean aristócratas o monarcas que, desde sus cómodos estilos de vida, se aprovechan de la falta de luz de que gozan los seres humanos del común, la más de las veces causada por desigualdades estructurales de la sociedad. Como diría Nicolás de Condorcet, revolucionario francés que participó en los acontecimientos de 1789 en ese país: “Cada vez que la tiranía intenta someter a la masa de un pueblo a la voluntad de una de sus partes, cuenta entre sus medios con los prejuicios y la ignorancia de sus víctimas”.

En 1922, Carl Von Ossietzky fundó el movimiento “Nie Wieder Krieg” (Nunca más la Guerra), y a través de distintos diarios defendía el mantenimiento de la paz. Su actividad se intensificó desde 1933, con la llegada de la ultra derecha al poder: Los Nazis. Ossietzky dirigió denuncias contra el acelerado rearme que Hitler estaba realizando, el cual terminó creando la poderosa Wehrmacht, esa máquina de muerte, dantesca e inhumana, que años más tarde bañaría de sangre a toda Europa, y cometería actos de indignidad, que hoy son una vergüenza histórica para la humanidad. Su oposición al régimen militarista de los Nazis, acompañado de su defensa de la paz, algo que no era del agrado de Hitler, que pretendía la guerra, lo llevó a ser encarcelado y recluido en los campos de concentración del régimen, donde adquirió tuberculosis.

Aún vivo, pero preso, en 1936, el comité noruego, le concedió a Ossietzky el premio nobel de la paz, algo que fue observado por Hitler como una ofensa, quien como suele suceder cuando los tiranos son cuestionados, entró en cólera, prohibiéndole al pacifista reclamar ese noble galardón, manteniéndolo encarcelado. Igualmente Hitler prohibió que de ahí en adelante, cualquier ciudadano alemán reclamara un premio nobel. Para el pueblo alemán, la mayoría totalitaria, el pacifista era un traidor, un inmoral que quería entregar su patria al terrorismo internacional representado en las grandes potencias vencedoras de la gran guerra. Ossietzky murió privado de la libertad y en la ignominia el 4 de mayo de 1938, cuando los Nazis estaban aún en la cima de su poder y gozaban de gran aceptación social por parte de los alemanes, quienes veneraban al Führer guerrerista como un gran salvador, no sabiendo que llevaría al país a la destrucción total unos años después, causando la muerte de otros 3 millones soldados alemanes, unos 5 millones de civiles, también alemanes y más de 6 millones de judíos asesinados en campos de concentración. Mañana se cumplen 80 años de la muerte de Carl Von Ossietzky, y los hechos que protagonizó en la primera mitad del siglo XX, deben dejar una reflexión hoy para Colombia, que a cada lector de este texto le debe generar una profunda estupefacción, por la similitud de los sucesos narrados en este artículo, con los acontecimientos que vive hoy el país.