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viernes, 16 de diciembre de 2011

LA ESENCIA DE LA NATURALEZA HUMANA

Siempre he defendido que, los hombres, han sido dotados por su creador de ciertas características que personalmente prefiero no denominarles derechos, por que el positivismo jurídico que privó durante todo el siglo XX le imprimió un carácter dadivoso a esa palabra, como si los derechos no fueran inalienables, si no una dádiva otorgada por parte del Estado al individuo. En fin, sea como sea, estas características a las que denomino "ELEMENTOS DE LA NATURALEZA HUMANA", son tan fuertes en nuestra especie que, se pueden evidenciar en cualquier hombre, mujer o niño(a) desde el mismo momento de su concepción, hasta su propia muerte. Entre aquellas están, por mencionar algunas, la busqueda de la felicidad, la razón, el amor, la libertad, la igualdad, la libertad de prosperar, y uno que me interesa para este artículo de opinión: el apropiarse del producto del esfuerzo. Así, cuando un ser humano no puede apropiarse del producto de su creatividad, no es dueño de si mismo, pues, el resultado del trabajo es lo que sustenta nuestras vidas, y si no puedo sustentar mi vida, por que lo que realizo, alguien más me lo quita, entonces no soy dueño de mi vida, dependo de lo que otro me quiera otorgar para sobrevivir. Es por eso que el trabajo dignifica al hombre, le da la posibilidad de apropiarse de su vida, de auto sustentarse, de tener auto sentido del valor propio. Es tan fuerte este elemento de la naturaleza humana que, cuando alguien trata de arrebatarselo a los individuos, no vale ideología, régimen tiránico, o religión alguna que pueda evitar una reacción humana por la defensa de la esencia misma del hombre: El derecho a existir.


La humilde idéa que he plasmado atrás, fué probada el 17 de diciembre de 2010, en un lugar del mundo, que por sus condiciones políticas, culturales y religiosas, nadie esperaría que se hubiese evidenciado. En dicha fecha Mohamed Bouazizi, se hizo fuego, una llama humana por la dignidad, la libertad y la vida de los seres humanos; ¿El valor de su acto?, un hecho cargado de un simbolismo inconmensurable, inefable en muchos sentidos. Todo empezó en una localidad de Tunez llamada Sidi Bouzid, en la que Mohamed, de 26 años devengaba su sustento diario de una pequeña y humilde venta de frutas y verduras, hasta cuando la policía le confiscó por la fuerza sus productos por no pagarles el soborno que le exigían, expropiandole la propiedad privada, como hacen los régimenes dictatoriales dónde el concepto de "lo mío" no existe, dónde cada espacio de la vida no pertenece al hombre si no a un tercero, su dictador, su rey, su amo. El joven, viéndose sin más alternativas para sobrevivir en la vida, desesperado, decidió prenderse fuego públicamente, suicidándose, una conducta, que su propia religión, el islám castiga con la exclusión del paraíso y le imprime una señal de vergüenza a la familia de quien lo haga. A Mohamed no le importó, aún encontra de un régimen despótico que llevaba más de 50 años en el poder, aún contra las idéas de su religión, decidió con ese acto, defender los elementos de la naturaleza humana, el derecho a prosperar, a vivir, a apropiarse del producto de su esfuerzo sin que nadie se lo prive, a buscar la felicidad. La conducta de Mohamed, histórica por demás, sirvió como símbolo de las causas que defendían revoluciones Árabes del año 2011, a las que la revista "TIME", una de las más importantes del mundo, le dedicó la portada y varios artículos de la edición diciembre de ese mismo año, calificando esos hechos como los más relevantes de aquél año, por encima de la muerte del creador de la compañía de tecnología "APPLE" Steve Jobs, por encima de la retirada de las tropas norteamericanas de Irak, así como también de las protestas de los indignados por la crisis económica, la caída del Euro, la muerte del terrorista Osama Bin Ladem, entre otros muchos sucesos. La conducta de Mohamed, sirvió para exteriorizar las profundas injusticias que se encontraban presentes en el mundo árabe, las cuales terminaron detonando la caída del régimen tiránico de Tunez, su país, así como el derrocamiento del gobierno Egipcio, que también se había convertido en una dictadura opresora, y adicionalmente de términar con otro tirano más en el mundo: Muhamar al Gadafhi, que por muchas décadas tuvo al pueblo Líbio sometido al terror, y que, cuando se vió acorralado, a punto de perder el poder, utilizó sus fuerzas militares para bombardear las protestas pacíficas que su gente realizaba pidiendo cambios en este país. El ejemplo de Mohamed nos permite realizar una reflexión algo utópica: que un individuo, tan solo uno, basta para provocar el cambio, o por lo menos, para sentar las sólidas bases del mismo.

Por: Juan Felipe Díez Castaño